Estos días ha caído en mis manos el libro del historiador hebreo Yuval Noah, en el que habla de los grandes desafíos del siglo XXI. A pesar de ser un libro prepandémico (2018) sus alusiones a la importancia de la biotecnología y al paso cambiado de Rusia en el tablero mundial resultan casi premonitorias en este momento de la historia.

Pero lo que más me ha interesado en su primera parte, en la que se centra  en el desafío tecnológico, es la relación entre la tecnología y la libertad personal y en cómo se afecta esta última con los nuevos adelantos en la biología y la información.

LA CRISIS DEL LIBERALISMO

Al final del siglo XX, tras el fracaso del imperialismo, el fascismo y el comunismo, el relato liberal basado en la democracia, el libre mercado y la libertad de ideas parecía un final de la historia que permitía generar paz y prosperidad para todos.

Las convulsiones causadas por el Brexit, Donald Trump, la crisis sanitaria y la invasión de Ucrania nos han hecho tambalear esas convicciones.

En palabras de Yuval “En el pasado, los humanos aprendimos a controlar el mundo exterior a nosotros, pero teníamos muy poco control sobre nuestro mundo interior”. Sabíamos cómo matar mosquitos, pero no como manejar un pensamiento que no nos dejara dormir.  “En el siglo que viene, la biotecnología y la infotecnología nos proporcionará el poder de manipular nuestro mundo interior y remodelarnos“. Sin embargo, al no comprender la complejidad de nuestro cerebro, los cambios podían descomponer nuestro sistema mental. La importancia de trabajar en el desarrollo personal de los individuos parece ahora más evidente.

Por otra parte, según el autor, el liberalismo ya no tiene respuestas a los principales problema a los que nos enfrentamos: el colapso ecológico y la disrupción tecnológica. “Tradicionalmente, el liberalismo se basaba en el crecimiento económico para resolver como por arte de magia los conflictos sociales y políticos difíciles… Sin embargo no salvará al ecosistema global; justo al contrario, porque es la causa de la crisis ecológica.”

Las generaciones anteriores disfrutaron de una educación, sanidad e ingresos mejores que los anteriores, pero “la generación más joven podrá sentirse afortunada si al menos consigue subsistir”.

Nos queda la tarea de actualizar el relato para el mundo, sin pánico pero con la perplejidad de reconocer que no entendemos lo que está ocurriendo.

EL CAMBIO DEL TRABAJO

La automatización y la inteligencia artificial cambiarán por completo el mercado laboral. Las capacidades físicas y cognitivas de los humanos están ya empezando a ser superadas por las máquinas. La I.A. incluso posee capacidades exclusivamente no humanas, como la conectividad y la capacidad de actualización, que dejan en franca desventaja a los humanos.

Por ello debemos tener en cuenta que el objetivo no es defender los puestos de trabajo, sino proteger a las personas. Durante los periodos de automatización del siglo pasado, las personas podían pasar de un empleo a otro con un adiestramiento limitado. En la actualidad, los nuevos empleos pueden requerir una especialización tecnológica tan grande que puede que nos encontremos con unas tasas de empleo elevadas y una escasez de mano de obra especializada, Y eso sin contar que ningún empleo estará a salvo de la amenaza de la automatización futura.

Yuval Noah plantea también el problema de cómo afectaría tantos trastornos a la resistencia emocional de los trabajadores. Actualmente el cambio frenético del siglo XXI ha producido una epidemia global de estrés. En este punto el autor defiende la necesidad de dispones de técnicas de reducción del estrés “para impedir que la mente de los sapiens se quiebre”. Este es otro de los aspectos en los que el desarrollo personal y el coaching puede ser imprescindible.

Hay que recordar que hizo falta más de un siglo de guerras y revoluciones terribles para buscar soluciones a estos problemas en el pasado. Ahora tenemos que hacerlo mejor de los que lo hicimos en la revolución industrial si contamos con nuevas herramientas de crecimiento personal. Tenemos que centrarnos en satisfacer las necesidades básicas de la gente y en proteger su nivel social y su autoestima.

“Si conseguimos combinar una red de seguridad económica universal con comunidades fuertes y la búsqueda de una vida plena, perder nuestros puestos de trabajo frente a los algoritmos podría ser en verdad una bendición”. Lo que sería verdaderamente terrible sería perder el control de nuestra existencia.

ALGORITMO VS. LIBERTAD PERSONAL

Pronto los algoritmos informáticos podrán aconsejarnos mejor que los sentimientos humanos. La mayoría de la gente no se conoce bien a sí misma. Esta crisis de autoconocimiento puede desembocar en la autoridad del algoritmo.

Se empieza por cosas sencillas, como decidir qué película ver, pero con todos los datos que tienen “se pueden permitir que tomen por nosotros las decisiones más importantes de nuestra vida, como qué estudiar, dónde trabajar y con quién casarnos”. De hecho miles de millones de personas ya confiamos en Google una de las tareas más importantes de todas: la búsqueda de información relevante y fidedigna.

Y no es necesario que el algoritmo sea perfecto. Sólo necesita que sea, de media, mejor que los humanos. Y eso no es difícil, porque la mayoría de las personas no se conocen bien a sí mismas y suelen cometer terribles equivocaciones en las decisiones más importantes de su vida. Nuevamente el papel de herramientas de autoconocimiento, coaching y desarrollo personal resultan imprescindibles en la protección de la libertad individual.

“Cuando la autoridad se transfiera de los humanos a los algoritmos, quizá ya no veamos el mundo como el patio de juegos de individuos autónomos que se esfuerzan para tomar las decisiones correctas. En lugar de ello, podríamos creer que la vocación cósmica de la humanidad es crear un sistema de procesamiento de datos que todo lo abarque y después fusionarnos con él.” A pesar de que esta interconexión puede resultar atractiva para los grandes líderes tecnológicos, no puedo dejar de sentir un fuerte desasosiego por la idea de perder mi capacidad de cometer mis propios errores.

Además hay que tener en cuenta que inteligencia y conciencia no son la misma cosa. A pesar del inmenso poder de la I.A., por ahora su uso continúa dependiendo de la conciencia humana. El peligro es que, si invertimos demasiado en desarrollar la IA y demasiado poco en desarrollar la conciencia humana, la inteligencia artificial muy sofisticada de los ordenadores solo servirá para fortalecer la estupidez natural de los humanos”. Para evitar el peligro de las dictaduras digitales, debemos invertir paralelamente en promover la conciencia y el potencial humano.

LA PROMESA ROTA DE LA IGUALDAD

La historia del siglo XX se centró en la reducción de la desigualdad entre clases, razas y géneros. Y efectivamente el mundo del año 2000 era más igualitario que el mundo del 1900. Toda nuestra generación creció con esa promesa.

Pero parece que los datos actuales no permiten cumplir esta promesa. “El 1% más rico posee la mitad de las riquezas del mundo y las 100 personas más ricas poseen más en su conjunto que los 4.000 millones de personas más pobres.” Y uno de las principales riquezas  hoy en día que acrecientan estas desigualdades son nuestros datos personales.

Yunal Noah llama a los gigantes tecnológicos los “mercaderes de la atención”. Al captar nuestra atención con servicios o apps digitales acumulan cantidades de datos sobre nosotros que valen más que cualquier ingreso publicitario. “No somos sus clientes, somos su producto”. El historiador da un ejemplo muy gráfico: nos compara con las tribus aborígenes que vendieron países enteros a los imperialistas europeos a cambio de cuentas y abalorios baratos.

Regular la propiedad de estos datos es una de las cuestiones principales que debemos afrontar si no queremos que nuestro sistema sociopolítico se venga abajo.

Con la mayor desigualdad global y el consiguiente aumento de las tensiones sociales la solución que aporta el autor para mantener la libertad y la igualdad ante estos retos tecnológicos es la cooperación global, aunque tradicionalmente la religión, los nacionalismos y la diversidad cultural son fuerzas que impulsan en la dirección contraria.

En este sentido el trabajo que desde el autoconocimiento, el desarrollo personal y de las relaciones de equipos y organizaciones se hace con herramientas como el coaching, puede ser un buen apoyo para avanzar en la línea de esa cooperación global hacia la superación de todos estos desafíos tecnológicos del siglo XXI.

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