¿Es el coaching una herramienta alienante que implementa una ideología neoliberal de las empresas y constituye un “golpe de estado” a las humanidades?

Esta es la tesis del libro “La dictadura del coaching” de Vanessa Pérez Gordillo, licenciada en filosofía y miembro del espacio de comunicación social vocesenlucha, de identidad marxista y revolucionaria. Ella defiende, con un estilo franco y muy entusiasta, que el coaching es un instrumento del capitalismo que acrecienta la diferencia de clases a través de dar responsabilidad al individuo e invisibilizar al colectivo, evitando así la rebeldía social. La autora considera muy peligrosa la aplicación de esta disciplina en el mundo de la educación, contribuyendo a la “bestialización” del carácter. De hecho el subtítulo del libro es “Manifiesto por una educación del yo al nosotros”.

No seré yo quien discuta y se atreva a rebatir los argumentos de la autora, que resulta, por cierto, muy agradable de leer y escuchar y que además cuenta con un poderoso aliado, el mismo Sócrates, que en el epílogo, en una deliciosa conversación con el mismo libro, se escandaliza de los usos de la mayéutica socrática por parte de los “presuntuosos” coachs.

Obviamente no estoy de acuerdo con  este “antimanual del coaching”, pero desde la humildad de un simple copiloto que sólo pretende poner a disposición de las pequeñas empresas una herramienta que usan las grandes, quiero aprovechar las críticas del libro para tomar conciencia de los peligros del coaching mal entendido, aunque bien intencionado, y aprender así de nuestros errores:  

  • El coaching es una ideología del rendimiento, y sólo persigue la acumulación de riquezas en las empresas a través de la capacitación del trabajador.

Efectivamente, el precursor del coaching empresarial Sir John Whitmore, define el coaching como “El método para mejorar de rendimiento de las personas”. Pero, aunque es un eslogan muy atractivo para vender procesos de coaching a las empresas, realmente cuando se habla de rendimiento se refiere más a la satisfacción de alcanzar sus propias metas y su máximo potencial como persona. Producir más y explotar al trabajador no es nunca un objetivo del coaching, aunque algunos quieran aprovecharlo para ello.

  • El coaching es una herramienta del capital que deshumaniza y mercantiliza socialmente el mundo y que sólo se interesa porque todo sea rentable.

Es verdad que todo se mercantiliza en esta sociedad, desde el ecologismo hasta el arte o el altruismo, pero no es razón para descalificar la potencia de una herramienta que precisamente persigue aflorar los deseos y características más humanos de las personas; las emociones, la empatía y la comunicación.

  • El coaching es caro y sólo accesible para los ricos, siendo un instrumento de una ideología de clases.

Puede que esto fuera cierto en un inicio y fuera algo sólo al alcance de las escuelas privadas e institutos prestigiosos, pero ahora es una disciplina que resulta muy accesible para aprender. Aunque esto es precisamente lo que resulta muy inquietante para la autora, porque se escandaliza por su aplicación en la escuela pública y lo considera más que un aire fresco en la enseñanza, una usurpación del espacio educativo.

  • El coaching es una herramienta para dar codazos y desprenderse de los demás y calmar así los instintos de rebeldía social.

El hecho de que se persiga empoderar al individuo y responsabilizarse de sí mismo y dejar de hacerse la víctima no es, en ningún caso, un síntoma de comportamiento elitista y egoico. De hecho la potencia social del coaching como transformador de la sociedad colectiva a través de la transformación de las personas individuales es uno de sus mayores activos.

  • El coaching promete felicidad y promulga el pensamiento positivo y sólo provoca ansiedad y depresión.

Aquí sí que podemos estar pisando terreno pantanoso. La promesa de la felicidad y el positivismo como filosofía de vida resulta a todas luces engañosa, al igual que con otras técnicas o terapias alternativas. Puede que sea atrevido definir el coaching como una herramienta para ser feliz, sobre todo si se asocia el bienestar a la acumulación material que construye burbujas que sólo piensan en hacer crecer su cuenta bancaria, pero avanzar hacia la conciencia y la responsabilidad personal nos acerca también a un estado de satisfacción interna que se antoja bastante deseable. Y claro que puede aparecer la frustración, si ligamos nuestra felicidad a la mera consecución de objetivos, pero lo importante no es haber llegado, sino cómo estás en camino.

  • La educación se convierte en mero entrenamiento para convertirse en “empresarios de sí mismo” que se autoexplotan.

Los entrenadores deportivos profesionales también se sentían amenazados cuando se publicaron los primeros libros de coaching en el ámbito del tenis, porque creían que se ponía patas arriba su enseñanza y minaban su autoridad. Sin embargo el cambio de filosofía que suponía reducir los obstáculos internos del jugador liberaba una capacidad natural e innata de aprendizaje superior a la aportación técnica del entrenador. El modelo de una bellota que esconde en su interior un majestuoso roble es un ejemplo de que necesitamos nutrientes, aire y luz, pero la capacidad de convertirnos en roble ya se halla en nuestro interior. El coaching va más allá de la formación, es más trans-formación, y en ningún caso explotación.

  • El coaching pretende que las personas crean que todos pueden ser el número 1, y no piensen en una construcción colectiva.

Está claro que no todos pueden ser el número uno, porque para que alguien lo sea debe haber perdedores. Pero en el coaching de equipo podemos conseguir que la suma de todos sea mayor que la suma de las partes y valores como la cooperación, la comunicación eficaz y los objetivos compartidos mejoran el funcionamiento y el desarrollo común del ecosistema social.

En definitiva, a pesar de la mala fama causada por los “haters”, la mala praxis y las expectativas exageradas, el coaching no debe de darnos miedo. Es una herramienta potente que lejos de suponer una nueva religión alienante basada en el culto al yo, constituye el modo definitivo de aprendizaje. El coaching es inteligencia emocional puesta en práctica y las culturas de coaching basadas en la colaboración, el establecimiento de un propósito, la motivación y la responsabilidad personal son conductas que favorecen un estilo nuevo en las empresas que las humaniza y devuelve el poder a las personas y permite construir un  nosotros.

Los coachs no tenemos todas las respuestas, pero tenemos muchas de las preguntas.

Espero que Sócrates nos perdone.

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